“Ya casi termina”. Shakira causó revuelo al criticar a Whoopi Goldberg tras sus descontrolados arrebatos en directo. El público estalló en aplausos, Shakira no tuvo piedad; una llamada internacional a Estados Unidos fue implacable, y Shakira cambió la carrera de Whoopi para siempre. Exactamente 45 minutos después, se oyeron gritos, se rompieron objetos, Whoopi rió maniáticamente, y el siguiente susurro que salió de su boca sumió a todos los presentes en un caos incomprensible.

Las cámaras aún seguían calientes cuando la frase empezó a circular por todos los pasillos del estudio: “Ya casi termina”. Nadie sabía si Shakira hablaba del programa, de la paciencia del público o de la carrera de Whoopi Goldberg, pero el ambiente se cortaba.

En medio de un silencio incómodo tras otro arrebato descontrolado de Whoopi en directo, Shakira pidió el micrófono. No sonrió, no bromeó, no bailó. Miró directamente a la cámara y dejó claro que esa noche no habría indulgencias.

La crítica de Shakira cayó como un rayo. Cuestionó la responsabilidad de hablar ante millones, denunció los “desvaríos peligrosos” de Whoopi y advirtió que dejar pasar ese comportamiento era una falta de respeto al público. Cada palabra sonó como un veredicto sin apelación posible.

El público en el set tardó unos segundos en reaccionar, como si necesitara procesar lo que acababa de escuchar. De pronto, la primera tanda de aplausos estalló, seguida por vítores y gritos. Algunos se levantaron de sus asientos, otros grababan todo con sus teléfonos levantados.

Shakira permaneció inmóvil. Sus ojos, fríos y afilados, no buscaron aprobación. No se giró hacia Whoopi, ni siquiera intentó suavizar el golpe con un chiste. Había tomado una decisión: esa noche, lo políticamente correcto no tendría lugar frente a las cámaras.

Lo que casi nadie supo en ese momento fue que, apenas terminó la pausa comercial, Shakira pidió un teléfono. Hizo una llamada internacional a Estados Unidos, directamente a una de las cadenas que mejor conocían a Whoopi. No hubo cortesías, solo un tono firme y calculado.

Testigos cercanos aseguran que la artista describió de forma detallada lo ocurrido en el set, insistiendo en el patrón de “arrebatos descontrolados” y en el riesgo para la imagen de cualquier programa que siguiera apostando por ese tipo de espectáculo. No dejó huecos para malentendidos.

La llamada duró menos de lo esperado, pero hizo más ruido que cualquier monólogo en directo. Del otro lado, ejecutivos preocupados tomaban nota, revisaban videos, pedían registros. Lo que en un principio parecía un simple momento incómodo empezó a transformarse en una tormenta para Whoopi.

Fuentes internas filtraron que, tras colgar, Shakira solo dijo una frase en voz baja: “Ya casi termina”. No explicó si se refería a la etapa de impunidad mediática, a la paciencia del público o al ciclo de Whoopi en la televisión. Pero el mensaje quedó flotando.

Exactamente cuarenta y cinco minutos después de esa llamada, el ambiente alrededor de Whoopi cambió de forma brutal. En un camerino cercano, se oyeron golpes secos, objetos arrastrados, puertas cerradas con violencia. Algunos asistentes intercambiaron miradas, sin atreverse todavía a intervenir.

De repente, el sonido de algo rompiéndose retumbó en el pasillo. Un vaso cayó al suelo, luego una silla se volcó. La tensión escaló. Entre los gritos ahogados y el murmullo nervioso, la risa de Whoopi empezó a abrirse camino: aguda, nerviosa, casi maniática.

Uno de los presentes confesó después que esa risa no se parecía a nada que hubiera escuchado antes en un set. No era la carcajada cómica conocida por los fans, sino una mezcla incómoda de ironía y desesperación. Como si la comediante se viera sorprendida por su propio reflejo.

Los asistentes de producción, divididos entre el deber profesional y el miedo a convertirse en parte del escándalo, se acercaron con cautela a la puerta. Nadie quería ser el primero en entrar. Los gritos se hicieron más bajos, la risa más intermitente, hasta que solo quedó un murmullo.

Cuando al fin lograron abrir, encontraron un camerino revuelto: papeles por el suelo, maquillaje esparcido, un espejo con una grieta fina atravesándolo. Whoopi estaba sentada en una esquina, encorvada, con la mirada perdida en un punto invisible. No parecía sorprendida por el caos a su alrededor.

El silencio duró unos segundos eternos. De pronto, Whoopi levantó la cabeza, sonrió con una calma inquietante y susurró algo que heló la sangre de los presentes. Sus palabras no fueron un grito de defensa, ni un ataque directo a Shakira, sino una frase enigmática y cargada de resignación.

“No se preocupen… esto solo es el comienzo del final”, murmuró, casi divertida. Los que estaban cerca se miraron confundidos. ¿Hablaba de su carrera, de la industria, del tipo de televisión que acababa de ser cuestionada? Nadie se atrevió a pedir una aclaración.

Mientras tanto, en redes sociales, el vídeo del momento en que Shakira la criticó ya era tendencia mundial. Millones comentaban cada gesto, cada pausa, cada mirada. Memes, análisis, hilos kilométricos: todos querían interpretar qué había detrás de ese “Ya casi termina” cargado de veneno.

Analistas mediáticos comenzaron a debatir en programas nocturnos sobre la responsabilidad de las figuras públicas y los límites del espectáculo. Algunos defendían a Whoopi como una voz irreverente necesaria; otros aplaudían a Shakira por trazar una línea frente al descontrol y la normalización del escándalo.

Lo cierto es que, tras esa noche, nada volvió a ser igual. Reuniones de emergencia, llamadas de abogados, comunicados preparados a toda prisa: la maquinaria se movió. Y aunque oficialmente nadie admitió que la llamada de Shakira influyó, la sensación general era que alguien acababa de tirar del freno de mano.

Entre rumores de contratos revisados, pausas “temporales” y formatos en evaluación, la figura de Whoopi quedó en suspenso. Shakira, en cambio, salió del estudio sin mirar atrás. Había dicho lo que muchos susurraban desde hacía tiempo. Y su frase inicial seguía resonando como una profecía incómoda: ya casi termina.

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