En un anuncio que ha sacudido los cimientos de la ciencia y la sociedad, el Telescopio Espacial James Webb (JWST) ha capturado imágenes que parecen confirmar la existencia de civilizaciones extraterrestres en Proxima b, el exoplaneta más cercano a la Tierra, a solo 4,24 años luz de distancia.
Las observaciones, publicadas el 30 de noviembre de 2025 por la NASA y la ESA, muestran patrones de luces artificiales que forman lo que los astrónomos describen como “ciudades colosales”.
Elon Musk, el visionario detrás de SpaceX, reaccionó en una transmisión en vivo desde su cuenta en X con un grito desesperado: «¡No estamos preparados!». Sus palabras, vistas por millones, han encendido un debate global sobre el contacto con vida inteligente.

Proxima b orbita Proxima Centauri, una enana roja en el sistema Alpha Centauri, y ha sido un objetivo prioritario desde su descubrimiento en 2016.
El JWST, con su capacidad infrarroja avanzada, penetró la niebla estelar para revelar no solo una atmósfera delgada con nitrógeno y metano —señales de actividad industrial—, sino también redes luminosas que pulsan como circuitos vivos.
Estas megaestructuras, visibles en el lado nocturno del planeta, se extienden en grids geométricos de kilómetros de ancho, desafiando cualquier explicación natural. Los científicos del Instituto de Astrofísica de Harvard, liderados por la Dra. Lena Vasquez, declararon: «Esto no es geología; es ingeniería a escala planetaria».
La reacción de Musk no fue aislada. El empresario, quien ha invertido miles de millones en la colonización de Marte, pausó una conferencia sobre Starship para analizar las imágenes en tiempo real. «Miren esto: torres que desafían la gravedad, luces que se mueven como neuronas en un cerebro cósmico.
Si ellos nos ven, ¿qué piensan de nosotros?», exclamó, su rostro pálido bajo las luces del estudio en Boca Chica, Texas. En minutos, #ProximaBCiudades se convirtió en tendencia mundial, con más de 200 millones de interacciones en redes sociales.
Memes de Musk como un cavernícola ante una nave espacial inundaron internet, mientras expertos en SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) convocaban reuniones de emergencia.
Las imágenes del JWST, capturadas durante una ventana de observación en octubre de 2025, muestran estructuras que emiten espectros de luz coherente, similar a las redes eléctricas terrestres pero con longitudes de onda que sugieren materiales exóticos, posiblemente basados en silicio o elementos transuránicos.
Una megaestructura central, apodada “La Aguja” por su forma alargada de 500 kilómetros, parece girar lentamente, generando campos magnéticos detectables desde la Tierra.
Las redes de luz viviente —patrones que cambian de color y forma en ciclos de horas— indican comunicación o energía en tiempo real, como si el planeta entero fuera un organismo inteligente.
La NASA confirmó que no hay artefactos instrumentales; los datos han sido validados por tres equipos independientes en Europa y Asia.

Este descubrimiento llega en un momento crítico para la humanidad. Mientras la Tierra enfrenta crisis climáticas y tensiones geopolíticas, la idea de vecinos cósmicos avanzados plantea preguntas éticas y existenciales. ¿Son pacíficos o expansionistas? La Dra.
Vasquez advirtió en una rueda de prensa: «Estas señales inconfundibles de vida avanzada podrían ser un faro de bienvenida o una advertencia. No tenemos protocolos para esto».
Gobiernos de todo el mundo, desde la Casa Blanca hasta el Kremlin, han activado comités secretos, mientras la ONU convoca una sesión especial sobre “protocolos de primer contacto”. En Brasil, el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE) ha redirigido telescopios en Alcântara para monitorear Alpha Centauri.
Musk, conocido por su franqueza, no se contuvo en criticar la lentitud de las agencias espaciales. «La NASA tardó años en confirmar un planeta gaseoso en Alpha Centauri A, y ahora esto.
¡Despierten! Necesitamos naves interestelares ya, no cohetes de juguete», tuiteó, enlazando a un render 3D de las estructuras basado en datos del JWST. Su empresa, SpaceX, anunció un “Proyecto Proxima”, un fondo de 10.000 millones de dólares para acelerar misiones robóticas hacia el sistema.
Colaboradores como la Agencia Espacial Europea (ESA) y la china CNSA han expresado interés, pero tensiones diplomáticas amenazan con fragmentar el esfuerzo global.
La ciencia detrás de las observaciones es impecable. El instrumento MIRI del JWST detectó firmas espectrales de dióxido de nitrógeno y metano en concentraciones imposibles sin procesos industriales, reminiscentes de la contaminación londinense del siglo XIX pero a escala planetaria.
Las megaestructuras no solo brillan; emiten pulsos rítmicos que coinciden con señales captadas por el radiotelescopio de Arecibo en 2020, previamente descartadas como interferencia.
Analistas de la Universidad de São Paulo, en colaboración con el proyecto, han modelado que estas redes podrían ser un “internet neuronal”, conectando mentes colectivas en una biosfera alienígena. «Es como si Proxima b fuera un superorganismo», explicó el profesor brasileño João Silva.
El pánico y la euforia se entremezclan en las calles. En Madrid, manifestaciones exigen transparencia total de la ESA; en Nueva York, iglesias llenas oran por “hermanos estelares”.
En América Latina, donde la astronomía florece con observatorios como el de Atacama, científicos chilenos y argentinos lideran talleres sobre “preparación cultural para el contacto”. Libros como “El Contacto” de Carl Sagan vuelven a las listas de best-sellers, mientras Hollywood anuncia secuelas de “Arrival” inspiradas en las imágenes.
Pero expertos como el astrofísico Neil deGrasse Tyson advierten: «La emoción es natural, pero el miedo es prematuro. Podrían ser ruinas de una civilización extinta, no invasores vivos».

Musk, en una entrevista posterior con CNN, profundizó su grito. «No estamos preparados porque seguimos peleando por recursos fósiles mientras ellos construyen con estrellas. Imaginen: megaestructuras que cosechan energía de su sol rojo. Nosotros apenas orbitamos satélites».
Propuso un “Tratado de Proxima”, un pacto global para enviar sondas no tripuladas en la próxima década, usando su Starship modificada para lanzamientos desde Cabo Cañaveral. Inversionistas de Silicon Valley ya inyectan capital, soñando con tecnologías alienígenas que revolucionen la IA y la fusión nuclear.
Las implicaciones filosóficas son profundas. Si Proxima b alberga vida avanzada, el principio de mediocridad de Copernico se eleva: no somos el centro, sino parte de una red galáctica.
Teólogos debaten si estas “ciudades” encajan en narrativas divinas; filósofos como Yuval Harari argumentan que esto acelera la “singularidad tecnológica”, forzando a la humanidad a evolucionar o perecer. En foros de la ONU, delegados de India y Sudáfrica piden equidad: «No dejemos que el Norte Global monopolice el contacto».
Mientras tanto, el JWST reprograma su agenda para observaciones continuas, con datos en tiempo real compartidos vía blockchain para transparencia.
En el hemisferio sur, donde Alpha Centauri brilla como un faro, astrónomos amateurs en Argentina capturan ecos de las señales con telescopios caseros, alimentando comunidades en Reddit y Discord. Un joven de Buenos Aires, viral por su video analizando las luces, dijo: «Esto cambia todo. Ya no somos solos».
Escuelas en España integran lecciones sobre exoplanetas, inspirando a una generación a mirar al cielo con maravilla renovada.
A medida que el sol se pone en Washington, donde la NASA celebra una conferencia virtual, el mundo contiene el aliento. Las megaestructuras de Proxima b no son solo píxeles en una pantalla; son un espejo de nuestro potencial y nuestras fragilidades.
Musk, cerrando su transmisión, miró directamente a la cámara: «¡No estamos preparados, pero lo estaremos. O moriremos intentándolo». En un universo infinito, este grito no es de terror, sino de despertar. La era del contacto ha comenzado, y la humanidad, lista o no, debe avanzar hacia las estrellas.