El ciclismo español vuelve a estar en el ojo del huracán. Décadas después de conquistar la gloria en las carreteras de Francia, Italia y España, el nombre de Pedro “Perico” Delgado ha vuelto a ocupar titulares en todo el mundo. El excampeón del Tour de Francia 1988, considerado uno de los grandes símbolos del ciclismo ibérico, sorprendió a millones de telespectadores al pronunciar dos palabras que cambiaron la historia: “Sí, dopaje”.
La entrevista, transmitida en horario estelar bajo el título “Rompiendo el silencio”, se convirtió en un terremoto mediático. Delgado, con voz grave y mirada fija, reconoció públicamente lo que durante años había sido objeto de rumores y especulaciones: que tanto él como otros ciclistas de la llamada Generación Dorada compitieron bajo la sombra de prácticas prohibidas. Lo que más estremeció al público no fue solo la admisión, sino la manera en que vinculó esos secretos con la era de su sucesor y compatriota más ilustre, Miguel Induráin.

“Yo lo vi, yo lo viví, y sé que detrás de cada victoria hubo sacrificios… y también decisiones cuestionables”, declaró Delgado, dejando a la sala de prensa en silencio absoluto durante largos segundos. La confesión no se limitó a su experiencia personal: insinuó la existencia de una red organizada que protegía a ciclistas de élite, facilitándoles sustancias y procedimientos que, según sus palabras, eran “parte del sistema” en aquella época.
Las palabras de Delgado golpearon como un mazazo. Durante años, el ciclismo español se había enorgullecido de aquella “edad dorada” en la que Induráin se convirtió en leyenda al ganar cinco Tours de Francia consecutivos (1991-1995). Sus triunfos, vistos como el símbolo del esfuerzo, la disciplina y el talento natural, ahora parecían estar bajo una nueva sombra. Aunque Delgado fue claro en señalar que “no todos participaron, y no todos sabían”, el simple hecho de relacionar la grandeza de Induráin con posibles irregularidades encendió las redes sociales.

Los aficionados reaccionaron de manera visceral. Algunos defendieron a capa y espada la figura de Induráin, recordando su carácter humilde y su estilo limpio sobre la bicicleta. Otros, sin embargo, empezaron a cuestionarse si los ídolos que idolatraban habían sido parte de una verdad maquillada durante décadas. Los hashtags #PericoConfiesa y #GeneraciónDorada se convirtieron en tendencia mundial, mientras cadenas internacionales enviaban corresponsales a Navarra, la tierra natal de Induráin, en busca de reacciones.
En medio de la tormenta, Delgado relató episodios inéditos: viajes secretos a laboratorios, médicos que operaban en la sombra y reuniones a puerta cerrada donde se hablaba de “optimización del rendimiento” más que de táctica o entrenamiento. “Éramos jóvenes, queríamos ganar, y el ciclismo en los ochenta y noventa estaba impregnado de una cultura del silencio”, afirmó, antes de añadir una frase que retumbó en todo el país: “La gloria nos hizo prisioneros de nuestras propias mentiras”.

La reacción de las autoridades deportivas no tardó en llegar. La UCI y la Agencia Mundial Antidopaje anunciaron la apertura de una investigación histórica, aunque muchos expertos señalan que, dado el tiempo transcurrido, será difícil establecer responsabilidades concretas. Sin embargo, lo que está claro es que el testimonio de Delgado ha removido cimientos que parecían intocables.
La figura de Miguel Induráin, siempre asociada con la nobleza y el esfuerzo, se encuentra ahora en un terreno delicado. Aunque Delgado nunca lo acusó directamente, la insinuación de que “la Generación Dorada” entera estaba bajo sospecha deja una mancha difícil de borrar. Induráin, fiel a su estilo, respondió con un breve comunicado en el que pidió respeto y prudencia: “Mi carrera se construyó sobre el trabajo duro, el respeto por el deporte y por mis rivales. No entraré en polémicas”.

El contraste entre el silencio sereno de Induráin y la confesión catártica de Delgado ha dividido a la opinión pública. Para algunos, la valentía de Perico merece reconocimiento, ya que abre un debate necesario sobre la historia y el futuro del ciclismo. Para otros, se trata de una traición que amenaza con destruir la reputación de toda una generación que inspiró a millones.
La emisión televisiva cerró con una escena impactante: Delgado, con lágrimas en los ojos, mirando a cámara y pronunciando una frase que quedará grabada en la memoria colectiva: “No confieso para destruir, confieso para que el ciclismo renazca”.
Lo cierto es que, entre verdad y ficción, entre confesión y silencio, el ciclismo español vuelve a estar en boca de todos. La Generación Dorada bajo Miguel Induráin, antaño símbolo de gloria, hoy enfrenta la prueba más dura: la del juicio de la historia.