Los medios de comunicación de todo el mundo se paralizaron cuando Merckx, el “Caníbal” que una vez devoró montañas y rivales por igual, finalmente confesó que su salud estaba fallando. “Mi cuerpo está débil, pero mi espíritu sigue adelante”, dijo en voz baja.

Esas palabras conmovieron a millones de personas. Fans de toda Bélgica y del extranjero inundaron las redes sociales con mensajes de amor, gratitud e incredulidad. «Marcaste nuestra infancia», decía un comentario, «y sigues inspirando nuestras vidas».
Tan solo unas horas después, se produjo una conmoción repentina. Tadej Pogačar, el prodigio esloveno y héroe del pelotón, canceló abruptamente todos sus compromisos con los medios y voló a Bruselas sin previo aviso. Nadie sabía por qué.

Los testigos en el aeropuerto de Zaventem describieron al joven campeón llevando algo cuidadosamente envuelto en tela: una bicicleta Colnago clásica con cuadro plateado, idéntica a la que Merckx usó durante su legendaria victoria en el Tour de 1969.
Llegó discretamente a un hospicio privado, rodeado de familiares y amigos cercanos de Merckx. Estaba prohibido grabar, pero una enfermera reveló más tarde: «Cuando Tadej entró, toda la habitación quedó en silencio».

Merckx levantó la vista desde la cama; su rostro, pálido pero digno, reflejaba su asombro. La visión de la bicicleta le hizo llorar. Intentó hablar, pero la emoción lo abrumó antes de que pudiera articular palabra.
Pogačar se arrodilló a su lado, le puso una mano en el hombro y le susurró: “Le enseñaste al mundo lo que significa el coraje. Ahora déjame cabalgar por ti, una última vez”.
Esas siete palabras, según testigos, cambiaron el ambiente por completo. Incluso los médicos no pudieron contener las lágrimas. El encuentro, aunque breve, se convirtió en un momento simbólico que unió a dos generaciones de grandeza.
Más tarde esa misma noche, Pogačar publicó una sola imagen en Instagram: la vieja Colnago apoyada contra un árbol bajo la puesta de sol, con el sencillo título: “Las leyendas nunca dejan de montar”. La publicación se viralizó al instante.
En dos horas, #RideForEddy se convirtió en tendencia mundial. Aficionados, ciclistas amateurs e incluso excampeones del Tour de Francia se unieron, compartiendo sus propios recorridos en homenaje al ícono belga.

En Lieja, cientos de personas se reunieron con velas, algunas luciendo camisetas vintage de los años 70. “Era más que un campeón”, dijo un aficionado mayor. “Él fue la razón por la que creíamos en el esfuerzo y la pasión”.
Mientras tanto, surgieron informes de que Pogačar planeaba un viaje especial de homenaje, recorriendo la ruta Lieja-Bastoña-Lieja que Merckx realizó en 1971, conocida por sus brutales ascensos y su clima implacable, como gesto de respeto y admiración.
La idea se extendió como la pólvora. En cuestión de horas, más de 20.000 ciclistas se inscribieron en línea para participar en el evento bajo el lema: “El último paseo por Eddy”. Los organizadores confirmaron que tendría lugar el domingo siguiente.
Mientras el mundo se preparaba, la salud de Merckx mejoró levemente, según se informó. «Volvió a sonreír», dijo su hija. «Nos dijo: “Quizás oiga sus ruedas desde mi ventana”». Esa frase conmovió a millones de personas.

El domingo, las calles de Bélgica se tiñeron de emoción. Desde adolescentes hasta veteranos, miles de personas recorrieron en silencio las colinas de las Ardenas, y cada pedalada evocaba la fuerza de voluntad inquebrantable de la leyenda.
En ese mismo instante, en una pequeña habitación del hospital, Merckx veía la transmisión. Le temblaba la mano mientras susurraba: «Ese sonido… eso es la vida». Las enfermeras contaron que lloró en silencio, abrumado por el amor y el legado.
Pogačar cruzó primero la simbólica línea de meta, sin celebrar, sino inclinando la cabeza. Alzó la bicicleta clásica al cielo, dejando que las lágrimas cayeran libremente. El público respondió con un estruendoso aplauso y cánticos de “¡Gracias, Eddy!”.
Fue más que una carrera; fue una despedida en movimiento. Por primera vez en décadas, el mundo del ciclismo se detuvo, unido no por la competencia, sino por la gratitud.
Esa misma noche, la familia de Merckx emitió un breve mensaje: “Eddy descansa en paz, rodeado de amor. Hoy, volvió a cabalgar, a través de todos ustedes”.
La historia de la leyenda trasciende ahora la victoria y la derrota. Con ese simple gesto, Pogačar demostró que los héroes nunca se desvanecen del todo; simplemente pasan el testigo, una carrera a la vez.