La decisión de Michael Phelps impactó al mundo de la natación. Apenas siete minutos después de que su declaración se publicara en redes sociales, la sección de comentarios estalló.
Algunos lo elogiaron por su valentía al “mantenerse al margen de la política”, mientras que otros lo acusaron de menospreciar la identidad de toda una comunidad.

La controversia comenzó cuando los organizadores anunciaron una “Noche del Orgullo” para un próximo evento de natación de élite, diseñado para celebrar a los atletas y aficionados LGBTQ+. Muchas estrellas expresaron su apoyo, pero Phelps declinó la invitación discretamente.
Entonces llegó su cita, que circuló por todas partes: el deporte debería “centrarse solo en el rendimiento”.
Según personas cercanas al comité organizador, la Noche del Orgullo buscaba destacar la inclusión y la seguridad en las actividades acuáticas, especialmente para los jóvenes nadadores que se sienten marginados.
Patrocinadores, cadenas de televisión y varios campeones olímpicos ya habían mostrado su apoyo entusiasta antes de que los comentarios de Phelps se hicieran virales en internet.
Cuando Phelps añadió: «Si de verdad queremos igualdad, entonces no hay nada de qué enorgullecerse», la frase se convirtió inmediatamente en el centro del debate. Sus partidarios la interpretaron como un llamado a un mundo donde las diferencias ya no importen.
Los críticos la interpretaron como una forma de borrar las luchas reales.
En cuestión de minutos, etiquetas como #PhelpsStatement, #PrideInThePool y #RespectAllSwimmers se convirtieron en tendencia. Los fans inundaron sus muros con vídeos antiguos de carreras, discursos inspiradores y entrevistas anteriores de Phelps, intentando comprender su postura en comparación con su larga trayectoria como embajador deportivo global.
Los atletas LGBTQ+ fueron de los primeros en responder. Algunos expresaron su decepción, afirmando que las noches de visibilidad no son “política”, sino un reconocimiento de experiencias vividas.
Otros, con más cautela, instaron a la gente a escuchar antes de juzgar precipitadamente, señalando que Phelps ha hablado a menudo sobre salud mental y empatía.
Un exnadador de la selección nacional escribió que los eventos con temática del Orgullo alguna vez hicieron que la piscina se sintiera como “el único lugar donde podía respirar”.
Para atletas como ellos, la Noche del Orgullo representa seguridad y reconocimiento, no una distracción de la competencia, sino una razón más profunda para seguir compitiendo.
Por otro lado, hubo aficionados y comentaristas que respaldaron firmemente las palabras de Phelps. Insistieron en que cualquier celebración centrada en la identidad corre el riesgo de dividir a los atletas en categorías, cuando se supone que el cronómetro es el factor decisivo.
Para ellos, la piscina debería seguir siendo una “zona neutral”.
Los analistas deportivos se sumaron rápidamente al debate en directo por televisión y podcasts. Algunos argumentaron que, en realidad, el deporte nunca ha sido neutral; siempre ha reflejado tensiones sociales y valores culturales. Ignorar esa historia, afirmaron, no hace desaparecer la política, solo silencia ciertas voces.

Otros argumentaron que los mensajes constantes sobre causas, por muy significativos que sean, podrían abrumar a los aficionados más jóvenes, que simplemente quieren ver a sus héroes competir.
Se preguntaron si las noches temáticas podrían presionar involuntariamente a los atletas a tomar posiciones públicas, incluso si aún luchan con sus propias convicciones.
Los ex atletas olímpicos también mostraron opiniones divididas. Algunos defendieron el derecho de Phelps a rechazar cualquier evento simbólico, recordando a todos que la participación es voluntaria.
Aun así, varios señalaron que cuando una leyenda habla, sus palabras no se quedan en lo personal, sino que moldean la cultura del deporte.
Tras bambalinas, los organizadores de la Noche del Orgullo supuestamente se esforzaron por gestionar las consecuencias. Algunos patrocinadores temían verse arrastrados a un debate polarizador, mientras que grupos de defensa de los derechos LGBTQ+ los instaron en privado a mantenerse firmes.
Argumentaron que el evento nunca pretendió obligar a los atletas a marchar, sino enviar un mensaje.
Ese mensaje, según los organizadores, es simple: ningún nadador debería sentirse inseguro, burlado o invisible por ser quien es. Para muchos, las noches de visibilidad les indican a los jóvenes atletas que pertenecen al carril junto a los demás, no escondidos en la banda.
El equipo de Phelps no ofreció más aclaraciones de inmediato, lo que alimentó la especulación.
¿Su declaración era un rechazo al Orgullo en particular o a todas las noches simbólicas: reconocimiento militar, concienciación sobre la salud mental, campañas de igualdad de género? Sin seguimiento, los aficionados tuvieron que interpretar sus palabras según sus propias creencias.
Las redes sociales, como siempre, magnificaron los extremos. Algunos usuarios publicaron insultos furiosos, mientras que otros usaron la cita de Phelps como eslogan contra cualquier futuro esfuerzo de inclusión en el deporte.
Perdidas entre el ruido, se oyeron voces matizadas que intentaban equilibrar el respeto por Phelps con la preocupación por los nadadores marginados.
Surgió una pregunta recurrente: ¿cómo se ve realmente la “igualdad” en la práctica? ¿Se trata de tratar a todos por igual y eliminar todas las etiquetas, o de reconocer que algunos grupos enfrentan barreras únicas y merecen apoyo específico hasta que esas barreras desaparezcan por completo de los vestuarios y las tribunas?
Expertos en ética y sociólogos intervinieron, señalando que el deporte ha sido durante mucho tiempo un escenario de cambio, desde la integración racial hasta la inclusión de género.
Advirtieron que desestimar las iniciativas de visibilidad como “política” corre el riesgo de repetir viejos patrones donde se retrasa el progreso en nombre de la “pureza”.

Para los jóvenes aficionados que presenciaron el drama, los mensajes contradictorios resultaron confusos. Algunos vieron a su héroe aparentemente rechazar una celebración para personas como ellos.
Otros se consolaron con los atletas y entrenadores que se manifestaron a favor de la Noche del Orgullo, prometiendo que la piscina sigue siendo un lugar para todos.
Lo que suceda a continuación podría marcar más de una noche en el calendario de natación. Los organizadores deben decidir si reducir, replantear o redoblar esfuerzos. Los atletas elegirán, en silencio o en público, su postura.
Y Michael Phelps, intencionalmente o no, ha obligado al deporte a afrontar preguntas que ya no puede evitar.
Al final, las calles seguirán llenas, la bocina de salida seguirá sonando y se seguirán buscando récords. Pero bajo la superficie, se libra otra carrera: la lucha por definir si la excelencia en la piscina puede realmente separarse de la identidad de quienes nadan en ella.