Una IA descubre movimiento en tomografías computarizadas de víctimas de Pompeya, y los científicos están completamente impactados

Durante casi dos mil años, las víctimas de Pompeya fueron vistas como estatuas silenciosas: figuras trágicas congeladas en sus momentos finales, en paz bajo una lluvia de ceniza.

Pero ahora, en un giro impactante digno de una película de terror histórica, las tomografías computarizadas impulsadas por IA han revelado algo inesperado: las víctimas no estaban inmóviles. Se movieron. Lucharon. Agonizaron hasta el último segundo.

Lo que los investigadores alguna vez creyeron que eran poses serenas para morir se ha revelado como algo mucho más aterrador.

El descubrimiento, publicado en la revista Nature Archaeology el 29 de noviembre de 2025, fue el resultado de un proyecto de colaboración entre el Instituto Arqueológico de Nápoles, la Universidad de Oxford y la startup de inteligencia artificial DeepScan Labs.

Los equipos escanearon más de 150 moldes de yeso de víctimas preservadas utilizando escáneres de tomografía computarizada de 16 capas de alta resolución.

Cuando los datos se introdujeron en algoritmos de aprendizaje profundo entrenados para detectar patrones microscópicos en huesos y tejidos, el resultado fue devastador: evidencia de contracciones musculares residuales, fracturas dinámicas y desplazamientos óseos que indicaban movimientos violentos posteriores al impacto de la erupción del Vesubio en el año 79 d.C.

Imaginen el pánico de aquella fatídica tarde. El Vesubio no solo sepultó Pompeya bajo 20 metros de ceniza y piedra pómez, sino que desató una onda expansiva supersónica de 300 km/h, seguida de nubes piroclásticas a 500 °C. Tradicionalmente, historiadores como Plinio el Joven describieron muertes rápidas por asfixia.

Pero la IA, al analizar la densidad ósea y los patrones de fractura en 3D, mostró que muchos cuerpos no sucumbieron al instante. En cambio, se retorcieron en agonía, con los músculos contrayéndose en un intento desesperado por escapar o protegerse.

Un excelente ejemplo es la «Dama de las Flores», un famoso molde de una mujer adinerada hallado en la Villa de los Misterios. Escaneos previos, de 2016, revelaron únicamente un delicado esqueleto con una dentadura impecable.

Ahora, la IA ha detectado microfracturas en sus costillas y desplazamientos de la columna vertebral, lo que sugiere que intentó gatear durante al menos 30 segundos después del impacto inicial. “Es como si el yeso capturara no un instante, sino una secuencia de terror”, dijo el arqueólogo principal, el Dr.

Elena Rossi, en rueda de prensa. Los algoritmos reconstruyeron las trayectorias de movimiento, mostrando los brazos levantados en defensa y las piernas flexionadas como en una carrera interrumpida.

La tecnología detrás de esta revelación es revolucionaria. Los modelos de IA se entrenaron con millones de imágenes de esqueletos modernos de accidentes y desastres, y aprendieron a diferenciar las fracturas estáticas de las dinámicas.

En Pompeya, identificaron “fantasmas musculares”: patrones de calcificación en tejidos blandos preservados que indican contracciones isométricas.

En una familia de esclavos excavada en la Casa del Fauno, los escáneres mostraron al padre protegiendo a sus hijos con su cuerpo, pero con evidencia de que luchó durante minutos, inhalando cenizas calientes que quemaron sus pulmones de adentro hacia afuera.

La noticia se propagó como la pólvora en redes sociales, y #PompeiaViva acumuló 100 millones de visualizaciones en X en menos de 24 horas.

En Brasil, donde el interés por la arqueología romana es ferviente gracias a los documentales de Netflix, portales como UOL y G1 informaron del caso con titulares sensacionalistas.

“¡Los muertos de Pompeya se han despertado!”, gritaba una publicación viral. Celebridades como Anitta compartieron reconstrucciones 3D generadas por IA, mientras que historiadores brasileños de la USP debaten si esto altera las narrativas sobre la resiliencia romana. Elon Musk tuiteó: “La IA está despertando a los antiguos. ¿Qué más desenterrará?”.

Pero no todo es admiración; existen controversias éticas y científicas. Críticos, como el profesor italiano Giovanni Bianchi, argumentan que la IA podría estar “alucinando” patrones, creando movimientos donde no los hay. “Estos algoritmos se entrenan con datos modernos; el contexto volcánico es único”, advirtió en una entrevista con la RAI.

Además, la manipulación digital de los moldes plantea dudas sobre el respeto a los muertos: Pompeya es un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y las excavaciones invasivas ya han sido criticadas. El Dr.

Rossi replica: «No estamos manipulando los huesos; les estamos dando voz por primera vez».

En retrospectiva, la historia de Pompeya es un pozo de misterios. Excavada desde el siglo XVIII, la ciudad congelada ha revelado frescos eróticos, hogazas de pan carbonizadas y grafitis vulgares en sus paredes.

Los moldes de yeso, inventados por Giuseppe Fiorelli en 1863, permitieron la preservación de formas humanas en los huecos dejados por la descomposición.

Las primeras tomografías computarizadas de 2015 mostraron dietas ricas en cebada y dientes sanos, lo que sugiere una sociedad próspera.

Pero la IA lleva esto a otro nivel, revelando no solo salud, sino también horror: un gladiador con tatuajes de cicatrices recientes, probablemente herido en una pelea horas antes de la erupción.

Consideremos al “Perro Guardián”, el icónico molde de un perro encadenado. La IA detectó contracciones en su cráneo y patas, lo que indica que aulló y forcejeó durante segundos, quizás presentiendo terremotos premonitorios.

Para niños, como el niño de cuatro años en la Casa del Cirujano, las exploraciones muestran manos apretadas en puños, lo que sugiere pánico consciente. Estos detalles humanos transforman Pompeya de un museo estático a una narrativa viva, obligándonos a confrontar el sufrimiento individual en medio del espectáculo colectivo.

Las implicaciones van más allá de la arqueología. Esta tecnología podría revolucionar los estudios forenses en sitios como Herculano, donde 300 esqueletos esperan ser analizados. En Brasil, investigadores del Museo Nacional planean aplicar métodos similares a los restos indígenas conservados en concheros.

A nivel mundial, la IA promete desvelar los secretos de las momias egipcias o de las víctimas de Pompeya en Herculano. «Estamos en el umbral de una era en la que los muertos contarán sus historias», profetizó la bioingeniera Sarah Kline, de DeepScan, en un seminario web para el Smithsonian.

El proyecto tuvo un coste financiero de 5 millones de euros, financiados por la Unión Europea y filántropos como la Fundación Getty.

Pero el retorno es incalculable: se espera que el turismo en Pompeya, que atrae a 4 millones de visitantes al año, se dispare con exposiciones virtuales de “movimientos reconstruidos”.

Sin embargo, los ecologistas advierten del riesgo de sensacionalismo, que podría presionar al frágil sitio, ya dañado por los recientes terremotos.

Para el público general, este descubrimiento humaniza el pasado de forma visceral. Ya no son estatuas poéticas, sino personas reales —panaderos, amantes, esclavos— atrapados en un infierno de fuego y humo.

Una reconstrucción de una mujer embarazada muestra al feto volteado, como si reaccionara al calor; su útero petrificado guarda secretos de una vida interrumpida. Los historiadores están revisando ahora los textos de Plinio: su «muerte pacífica» era un eufemismo para una agonía prolongada.

En Brasil, el eco resuena en nuestra propia historia de desastres, como el incendio del Museo Nacional en 2018. “Pompeya nos recuerda que la memoria no es estática; se mueve con la tecnología”, escribió el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro en un artículo en Folha.

Las escuelas están incorporando imágenes 3D en sus clases de historia, haciendo que el Vesubio sea tangible para los estudiantes desde São Paulo hasta Recife.

Al ponerse el sol sobre las ruinas de Pompeya, esta revelación nos confronta con lo eterno: la muerte no es un corte limpio, sino un último espasmo de vida. La IA, una herramienta despiadada, ha desgarrado el velo de la romantización, exponiendo la cruda brutalidad.

Dos mil años después, las voces de los enterrados resuenan de nuevo, no en susurros, sino en movimientos capturados para siempre. Y así, Pompeya ya no está congelada; late, sangra y, en cierto modo, vive.

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